Liliana Herrero: “Canto para pensar algo más sobre lo que somos como argentinos”
-En una entrevista de 2008, Mario Wainfeld le preguntaba si tenía la intención de “volver al útero”, a Colón. Y usted le respondió que sí, pero que, también, Horacio González (su marido y director de la Biblioteca Nacional) le planteó que usted no podría estar sin cantar. ¿De qué hemisferio se siente más cerca?
-De los dos exactamente. Y vivo en el medio de esa angustia y esa tensión.
-¿Realmente la angustia?
-Sí, claro. Son dos sentimientos muy fuertes, muy poderosos, y son los que me mantienen en pie. Si resolviera por uno u otro sería una complicación. Igual, aún no he perdido las esperanzas de pensar que uno se puede ir a vivir a Colón, por ejemplo, y armar las giras desde ahí.
-Tanto usted como Teresa Parodi, Fito, son figuras ligadas al ámbito nacional y popular ¿La música define un estilo de vida o al revés?
-Teresa es una mujer del Litoral y ha trabajado en función de esa identidad que la marca notablemente. Y al mismo tiempo podríamos decir al revés; el estilo de vida que ella eligió ha determinado su música. En el caso de Teresa es muy claro eso. De todas maneras las formas musicales que una adopta y tiene como horizonte estético para pensar la vida musical está tan emparentada con la vida particular que es muy difícil separarlo. Pero es algo que va y viene en los dos sentidos. En el caso de Fito, también. Decidió ser músico hace muchos años y sus experiencias musicales han sido muy ricas. Y ha tocado con personas a las que él ha amado profundamente, como cuando tocaba con Baglietto y García, que son dos personas que él quiere y ha admirado mucho.
-¿Es futbolera?
-Poco, y además tengo una suerte de contradicción. Porque, por un lado, porque recuerdo que mis padres y mis hermanos eran todos de River. Acá, Horacio es de Boca. Voy a la casa de mi hija y ella es de Ñubels y mi yerno de Central. Entonces no sé qué posición tomar al respecto (ríe). Más allá de que no sabría decirte de qué cuadro soy, me interesa el fútbol como un fenómeno deportivo, cultural y social muy importante. Las polémicas con los técnicos, la forma de hablar de los jugadores, todo eso me interesa mucho. Bielsa me interesaba mucho, tiene un pensamiento matemático. Son esas personas que aparecen en la televisión y uno se pregunta de qué están hablando. Y finalmente descubre que están hablando de fútbol. Pero con un lenguaje que podría ser de la política, también.
“Te cuento una anécdota”, se entusiasma Liliana. Guillermo Klein había hecho un tema a Román Riquelme; hablamos durante un rato sobre eso, me contaba cómo lo había hecho. Hasta que en un momento le tuve que decir: “No sé quién es Román Riquelme” (ríe con ganas) Es más, un día le mandé un mensajito de texto y le dije: “¡Qué lindo el tema de Ramón!”. O sea, te darás cuenta que mi ignorancia es escandalosa, por usar un término de Pino. Me interesa el fútbol, pero reconozco que tengo cierta distracción de aquello que me interesa.
-¿A quién le canta Liliana Herrero? Hablo de las culturas, ya que dijo que “los cantos tienen territorios”.
-En principio a mí misma. Canto para mí misma y para conversar con los músicos que están subidos conmigo en el escenario. Y después para ver si puedo, con ese canto, con los músicos que están allí y con el público que está ahí, pensar algo más sobre lo que somos como argentinos: mi gran desvelo. Por eso, cuando me subo al escenario pongo toda la carne al asador. Cada concierto para mí es un momento decisivo.
-Vibra, como dicen.
-Sí, sí (asiente con una convicción envidiable) ¿Y esto a quién se lo tengo que decir? ¿A vos? ¿A la cámara? (Risas)
Liliana sonríe pero deja en claro que las cámaras no la seducen. Luego ejecuta un soliloquio sobre los blogs y la tecnología 2.0. Los roles se invierten: ahora es ella la que pregunta.
-¿Te dije que no quiero los blogs, no?
-Sí, me dijo.
Es el único momento del reportaje en el que Liliana se pone seria, casi opaca.
No me gustan los blogs, no me gusta la idea del anonimato.
Auténtica como la vida misma, a Liliana la desvela ese contubernio que existe entre sus “ganas de irse y ganas de quedarse”, tal y como parafraseó –sin pretenderlo- a Al Pacino, en Perfume de Mujer. Aunque cuenta que no va más al cine: “Lo que me ha decidido a no ir es esa impersonalidad del chico que te atiende y te vende las entradas atrás de un vidrio, con un micrófono, y te pregunta si tenés el carnet de jubilado. Eso creo que fue lo que me decidió a no ir más (ríe con ganas) ¡Pero no voy nada, y no te muestro ningún carnet ni aunque fuera jubilada! Detesto esos cines”, relata entre molesta y risueña. El cronista no se siente apto siquiera para ejecutar un cierre que tenga relaciones carnales con la cursilería. Entonces se lo deja a ella: “En esa tensión entre el cosmos y el caos se halla una persona que a veces no se halla, que se llama Liliana Herrero”.
-En una entrevista de 2008, Mario Wainfeld le preguntaba si tenía la intención de “volver al útero”, a Colón. Y usted le respondió que sí, pero que, también, Horacio González (su marido y director de la Biblioteca Nacional) le planteó que usted no podría estar sin cantar. ¿De qué hemisferio se siente más cerca?
-De los dos exactamente. Y vivo en el medio de esa angustia y esa tensión.
-¿Realmente la angustia?
-Sí, claro. Son dos sentimientos muy fuertes, muy poderosos, y son los que me mantienen en pie. Si resolviera por uno u otro sería una complicación. Igual, aún no he perdido las esperanzas de pensar que uno se puede ir a vivir a Colón, por ejemplo, y armar las giras desde ahí.
-Tanto usted como Teresa Parodi, Fito, son figuras ligadas al ámbito nacional y popular ¿La música define un estilo de vida o al revés?
-Teresa es una mujer del Litoral y ha trabajado en función de esa identidad que la marca notablemente. Y al mismo tiempo podríamos decir al revés; el estilo de vida que ella eligió ha determinado su música. En el caso de Teresa es muy claro eso. De todas maneras las formas musicales que una adopta y tiene como horizonte estético para pensar la vida musical está tan emparentada con la vida particular que es muy difícil separarlo. Pero es algo que va y viene en los dos sentidos. En el caso de Fito, también. Decidió ser músico hace muchos años y sus experiencias musicales han sido muy ricas. Y ha tocado con personas a las que él ha amado profundamente, como cuando tocaba con Baglietto y García, que son dos personas que él quiere y ha admirado mucho.
-¿Es futbolera?
-Poco, y además tengo una suerte de contradicción. Porque, por un lado, porque recuerdo que mis padres y mis hermanos eran todos de River. Acá, Horacio es de Boca. Voy a la casa de mi hija y ella es de Ñubels y mi yerno de Central. Entonces no sé qué posición tomar al respecto (ríe). Más allá de que no sabría decirte de qué cuadro soy, me interesa el fútbol como un fenómeno deportivo, cultural y social muy importante. Las polémicas con los técnicos, la forma de hablar de los jugadores, todo eso me interesa mucho. Bielsa me interesaba mucho, tiene un pensamiento matemático. Son esas personas que aparecen en la televisión y uno se pregunta de qué están hablando. Y finalmente descubre que están hablando de fútbol. Pero con un lenguaje que podría ser de la política, también.
“Te cuento una anécdota”, se entusiasma Liliana. Guillermo Klein había hecho un tema a Román Riquelme; hablamos durante un rato sobre eso, me contaba cómo lo había hecho. Hasta que en un momento le tuve que decir: “No sé quién es Román Riquelme” (ríe con ganas) Es más, un día le mandé un mensajito de texto y le dije: “¡Qué lindo el tema de Ramón!”. O sea, te darás cuenta que mi ignorancia es escandalosa, por usar un término de Pino. Me interesa el fútbol, pero reconozco que tengo cierta distracción de aquello que me interesa.
-¿A quién le canta Liliana Herrero? Hablo de las culturas, ya que dijo que “los cantos tienen territorios”.
-En principio a mí misma. Canto para mí misma y para conversar con los músicos que están subidos conmigo en el escenario. Y después para ver si puedo, con ese canto, con los músicos que están allí y con el público que está ahí, pensar algo más sobre lo que somos como argentinos: mi gran desvelo. Por eso, cuando me subo al escenario pongo toda la carne al asador. Cada concierto para mí es un momento decisivo.
-Vibra, como dicen.
-Sí, sí (asiente con una convicción envidiable) ¿Y esto a quién se lo tengo que decir? ¿A vos? ¿A la cámara? (Risas)
Liliana sonríe pero deja en claro que las cámaras no la seducen. Luego ejecuta un soliloquio sobre los blogs y la tecnología 2.0. Los roles se invierten: ahora es ella la que pregunta.
-¿Te dije que no quiero los blogs, no?
-Sí, me dijo.
Es el único momento del reportaje en el que Liliana se pone seria, casi opaca.
No me gustan los blogs, no me gusta la idea del anonimato.
Auténtica como la vida misma, a Liliana la desvela ese contubernio que existe entre sus “ganas de irse y ganas de quedarse”, tal y como parafraseó –sin pretenderlo- a Al Pacino, en Perfume de Mujer. Aunque cuenta que no va más al cine: “Lo que me ha decidido a no ir es esa impersonalidad del chico que te atiende y te vende las entradas atrás de un vidrio, con un micrófono, y te pregunta si tenés el carnet de jubilado. Eso creo que fue lo que me decidió a no ir más (ríe con ganas) ¡Pero no voy nada, y no te muestro ningún carnet ni aunque fuera jubilada! Detesto esos cines”, relata entre molesta y risueña. El cronista no se siente apto siquiera para ejecutar un cierre que tenga relaciones carnales con la cursilería. Entonces se lo deja a ella: “En esa tensión entre el cosmos y el caos se halla una persona que a veces no se halla, que se llama Liliana Herrero”.